Por Alejandro Moreno Peña
Hacienda Xkejux es una de las desfibradoras de henequén aun existentes en la Península de Yucatán, eco de un pasado agroindustrial que sumó más de mil 300 plantaciones en la región hace poco más de un siglo.
Lejos queda ese pasado cuando se producían más de mil 200 toneladas de fibra en 200 mil hectáreas de ese agave conocido como “Sisal”, nombre que adoptó del puerto del que se exportaba, en el poniente de Yucatán.

Hoy habrá menos de 10 plantaciones del llamado “oro verde”, en municipios como Tecóh, Sotuta de Peón, Baca, Telchac Pueblo, Cacalchén y Suma.
Xkejux es la palabra maya para el mosco del venado. Eso explica Jorge Alberto Cícero Castillo, cuarta generación de una familia que desde hace 100 años procesa fibra con la misma maquinaria que un día funcionó con leña, luego carbón, después diesel y actualmente energía eléctrica.

Desde la hacienda, en Seyé, a unos 40 kilómetros de Mérida, reconoce que el auge del henequén resultó en parte de problemas en otras partes del mundo, como los conflictos entre Estados Unidos y Cuba o las Guerras Mundiales.
Luego llegaron los plásticos y se perdió mercado y aunque en los últimos años hay más demanda de fibras naturales, producirlo lleva hoy seis años para cortar la planta y mientras hay que pagar empleados y mantenimiento, entre otros costos. Tampoco hay muchas personas que quieran seguir en esa agroindustria.
Y es difícil que “gente nueva” entre al negocio: las ganancias llegan después de seis años. Aunque una vez que la planta es productiva puede cosecharse cada cuatro meses durante 12 años en óptimas condiciones.

Del auge henequenero hoy solo queda el eco, comunidades enteras de productores desaparecieron, “pero nosotros aquí estamos; aguantando épocas maravillosas, buenas, malas y peores… con cariño, gusto, amor al arte”
En Xkejux trabajan hoy 20 personas que compran henequén en los municipios de Acancéh, Tahmek, Abalá y Seyé. Con eso y cultivo propio producen dos toneladas semanales de cordel que se vende en 50 pesos en promedio.